Para tener un marco de referencia y tratar de dimensionar la relevancia del problema tomemos una cifra que ha dado a conocer el INEGI y la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS): se estima que el 11 por ciento del gasto que se destina a la atención de discapacidades laborales está relacionado con trastornos mentales.
El tema de salud mental no es nuevo en el ámbito laboral. De unos años a la fecha ha ganado terreno en la agenda de las empresas e instituciones públicas, debido al impacto negativo que tiene en colaboradores y organizaciones. Son causantes desde ausentismo hasta disminución de productividad, sin mencionar los altos costos que conlleva su atención, tanto pública como privada, y los retiros prematuros de miles de personas al año.
Ahora bien, esta situación se vio acentuada con la crisis sanitaria que hemos enfrentado a nivel mundial desde hace dos años y medio. La salud mental de las personas se ha visto especialmente afectada debido al estrés, la fatiga crónica y la ansiedad, tres factores que se estima en México representan pérdidas anuales por 16 mil millones de pesos en las empresas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) daba cuenta desde hace tiempo de la gravedad de la situación en países como México, donde identificó que la fuerza laboral es una de las que mayor estrés presenta en el mundo. Y eso no es todo, con base en diversos estudios valoró que la prevalencia de la ansiedad y depresión en el país durante la pandemia incrementó en más del 30 por ciento.
La Secretaría de Salud estima que en el país 15 millones de personas padecen algún trastorno de salud mental. El estrés laboral es el principal padecimiento entre la fuerza trabajadora, y de acuerdo con el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) 75 por ciento de los trabajadores lo padecen.
¿Tres de cada cuatro personas presentan estrés laboral crónico? La cifra es preocupante, por decir lo menos, sobre todo si tomamos en cuenta que se hace evidente a través de muestras de agotamiento, distanciamiento mental de las funciones labores y sentimientos negativos que a su vez se traducen en mal humor, poca disposición a colaborar, dificultades para relacionarnos, frustración, ineficiencia, por mencionar algunos.
Frente a este escenario es que se ha generado mayor conciencia sobre los derechos laborales enfocados al bienestar, más allá de los que establece la Ley Federal del Trabajo. Esto dio origen a la Norma Oficial Mexicana, que entró en vigor en octubre de 2019 con el objetivo de asegurar el bienestar del colaborador a través de la identificación, análisis y prevención de los «factores de riesgo psicosocial en el trabajo.»
Si bien las organizaciones están obligadas a generar evidencias documentales de su cumplimiento de la norma, algunas han buscado ir más allá, conscientes de que mantener un ambiente sano en el trabajo se traduce en colaboradores con salud mental estable.
Estas empresas que están invirtiendo e implementando programas para el cuidado de la salud y el bienestar físico y mental de sus equipos de trabajo, seguramente encontrarán resultados positivos en productividad, comunicación y colaboración. Ya lo estaremos observando.