“El mundo de hoy está impulsado por los datos y la tecnología” es una afirmación que escuchamos con reiterada frecuencia en distintos ámbitos. La transformación digital no cesa -ni cesará en realidad-, y tenemos claro que está cambiando prácticamente todos los aspectos de nuestra vida, incluido, claro está, el laboral.

Mucho de las relaciones sociales e interacciones humanas se ven hoy condicionadas, determinadas y marcadas por los dispositivos tecnológicos, la conexión inmediata a la red, sistemas de Inteligencia Artificial y demás avances que adoptamos, utilizamos y aprovechamos con gran rapidez, en especial las generaciones más jóvenes.

Con creciente frecuencia, la toma de decisiones de los líderes en organizaciones de todos tamaños se ven influenciadas (o por lo menos son consideradas) por el poder de los datos al construir estrategias. Esto nos hace preguntarnos: ¿estamos frente a la nula utilidad de las emociones y los sentimientos dentro de los negocios? ¿No debe importar a los líderes la intuición, percepción y sensibilidad? ¿Deben ponderar el análisis de datos y el uso de la tecnología?

Estudios que se han realizado en diferentes partes del mundo coinciden en que las emociones y sentimientos seguirán siendo factores clave en la toma de decisiones en los negocios y para liderar equipos de trabajo. Hoy, más que nunca, estamos inmersos en un mundo conectado y globalizado gracias a la tecnología, pero el trato humano se mantendrá como el elemento determinante.

Las habilidades blandas, hemos escuchado una y otra vez en múltiples foros, son más importantes que las duras para todos quienes conforman una organización, pero aún más en los líderes. La inteligencia emocional está estrechamente ligada al liderazgo. Un líder debe tener la capacidad para comprender y manejar sus emociones, de manera que estas no lo afecten a él ni a su equipo.

Para que un equipo funcione como un perfecto engranaje se necesita un motor que impulse el movimiento, y ese es el líder. Actualmente tiene a su disposición incontables herramientas tecnológicas que le ayudan en su labor cotidiana, a organizar, a coordinar, a comunicar y más, pero de poco le servirán si descuida el lado humano.

Sin duda, avances como el big data y la IA irán teniendo un rol de mayor importancia, que permitirá a las empresas y sus líderes ser más precisos en la toma de decisiones. Pero serán solo punto de referencia o de partida. Serán el principio, no el fin. La relevancia humana es válida y necesaria en los negocios, que no se nos olvide.

Por naturaleza humana, las personas quieren trabajar con personas; es por eso que una cultura organizacional que cuida, procura e impulsa un liderazgo humano tiene más oportunidades de sobrevivir en el competido entorno actual, que solo aquella que confía en tener la tecnología más avanzada.

De hecho, una de las principales quejas de las personas que querían regresar a sus lugares de trabajo durante el confinamiento en la pandemia, y una de las razones por las cuales algunas no quieren hacer home office, es el contacto con líderes y compañeros de trabajo. Así es que al parecer la tecnología seguirá avanzando, pero eso no significará que lo humano disminuirá.