Ya se acercan las vacaciones de verano, varias semanas que en nuestro país representan el periodo más largo de descanso para niños y jóvenes que asisten a clases. Marcan no solo el fin del ciclo escolar para ellos, sino la oportunidad para muchas familias de salir de viaje, pasar tiempo juntos o sencillamente hacer una pausa.
Sin embargo, para un alto porcentaje de personas, pedir vacaciones no significa “desconectarse” del trabajo. De acuerdo con distintas mediciones realizadas a nivel mundial, se estima que uno de cada cuatro mexicanos continúan trabajando durante ese periodo que debería estar destinado al descanso.
Si bien no es algo que sucede en exclusiva en México, es de destacar que sí es de los países con el porcentaje más alto de población que incurre en está práctica. Hay quienes aseguran que se debe a una cultura basada en la microgestión, donde el colaborador no sale de la oficina antes que el jefe y siempre está disponible por lo que “se requiera”; en tanto, el jefe no confía en su equipo, no sabe delegar y no habilita a los colaboradores para que tomen decisiones en su ausencia.
Pero más allá de esta situación, que hemos abordado en otro momento, la realidad es que en la actualidad es casi imposible “desconectarnos” del mundo y del trabajo. La hiperconectividad y la constante evolución de los smartphones y demás dispositivos móviles para mantenernos conectados siempre vuelven impensable que dejemos de recibir alguna notificación de mail, un mensaje o una llamada telefónica.
¿Quién, bajo la acelerada dinámica actual, deja en el cajón su teléfono celular? ¿Quién, que desee registrar con fotos o videos sus vacaciones, no recurre a ese pequeño y avanzado aparato que trae en todo momento en su bolsillo? ¿Quién, que desee ver lo que hacen familiares y amigos, no lleva consigo el teléfono para revisar sus redes sociales mientras descansa en un camastro?
Seguramente muy pocos. Y como ese mismo aparato lo utilizamos tanto para los asuntos personales como de trabajo, inevitablemente recibimos por igual información de ambos mundos. ¿El resultado? Personas que mantienen en alguna medida su ritmo laboral durante sus días libres, ya sea fin de semana, días de asueto y vacaciones.
Esta situación, aseveran muchas personas, se ha intensificado a raíz de la pandemia, pues fue un periodo largo en que empresas y colaboradores se han valido de toda clase de dispositivos para mantenerse conectados y continuar con la operación del negocio.
Ahora bien, este hábito de no desconectarse lleva a que las personas no descansen física y mentalmente, pero además les genera estrés y tensión. Al no descansar de la rutina laboral, y por el contrario experimentar altos y prolongados niveles de tensión, pueden estar más propensos a padecer problemas de sueño, digestivos, presión arterial, entre otros, o presentar algún cuadro depresivo o alteración de su salud mental.
Planteado este panorama no resta más que recomendar a quien tome vacaciones deje a un lado el trabajo, descanse y aproveche su tiempo libre para realizar actividades de esparcimiento. Las empresas deben también impulsar este principio, ya que el colaborador podrá regresa con la mente despejada, ágil y abierta a enfrentar los retos laborales.