Ya hemos dado cuenta en estos espacios del incremento del porcentaje de población en México que sufre de estrés en fechas recientes. Esto afecta su vida laboral, sus relaciones personales, su salud física y su bienestar emocional a corto y largo plazo. Tiene repercusiones tanto en el ámbito personal como en el familiar.
Motivos para estar estresados y estresadas no faltan en el momento y entorno actual. Inseguridad, la situación económica y un virus que nos ha afectado durante más de dos años y medio y no se termina por erradicar, son solo algunos de los principales temas que preocupan a más uno.
La constante que se escucha tanto en las casas y en los trabajos es el padecimiento de estrés. Pero no para ahí la cosa, también en consultorios médicos y hospitales, en donde se ha relacionado con diversos malestares y como causa adyacente de padecimientos.
Por esa razón, en la actualidad pensamos en estrés como algo “malo”; asociamos la palabra con problemas, dificultades y enfermedades. Sin embargo no es así. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo define como “el conjunto de reacciones fisiológicas que prepara al organismo para la acción”.
Es decir, el estrés no es “bueno” o “malo” per se; en todo caso depende de la percepción que asociemos al estímulo estresor, y por consiguiente a las respuestas que genere nuestro cuerpo en dos sentidos: el fisiológico y el psicológico.
Las causas que provocan estrés se dividen, principalmente, en cuatro: lo desconocido, lo que no puede controlarse, lo imprevisible y lo que resulta una amenaza. La manera como se percibe y se enfrenta, así como el tiempo en que se está sometido a tensión, es lo que le da su “carga” negativa o positiva.
Especialistas en el tema aseguran que en pequeñas dosis puede ser positivo, aunque cuando dura mucho tiempo, el estrés puede causar algunos de los daños que ya mencionamos al principio de esta nota.
De hecho, hay muchas y variadas situaciones que de manera cotidiana se nos presentan y enfrentarlas produce en nosotros emoción y reto. Esto detona estrés, y no por ello nos hace daño.
Por el contrario, en esos casos lo sentimos más como una motivación y no como una carga; algo que nos inyecta un “boost” de energía e impulsa a conseguir metas o resolver dificultades. El estrés saca nuestro lado más creativo, potencia nuestras capacidades y nos hace salir de nuestra zona de confort.
No por ello no hay que dejar de poner atención en controlar nuestros niveles de estrés o reducirlo a “no pasa nada”. Tomemos en cuenta que en el momento en que la mente percibe alguna situación como un tema de supervivencia, el cuerpo se prepara para enfrentarla. Libera adrenalina y da una serie de respuestas corporales complejas que lo desgastan, por lo que si es constante e intensa la tensión, puede causar estragos.
Estar atentos a cómo nos sentimos frente a las situaciones que se nos presentan es fundamental, para reducir el estrés, pero también mantener una mente abierta y flexible, una actitud positiva, así como buenos hábitos de salud y ejercicio.