El avance que ha tenido la tecnología en los últimos años es innegable, sobre todo los últimos dos, en los que la contingencia sanitaria aceleró aún más la digitalización, la automatización, el usos del big data y demás tecnologías de la información.

Bajo este contexto se da por sentado que los conocimientos y las habilidades técnicas/digitales son los que las empresas ponderaran a la hora de seleccionar talento. Parece evidente, también, que son las que los colaboradores deben desarrollar para avanzar en sus carreras profesionales. Es cierto, serán las más buscadas, sin embargo no son las únicas.

La incertidumbre y la crisis nos han demandado ciertas cualidades que antes no considerábamos indispensables, y hoy sí lo son para salir adelante dentro de las organizaciones. Así, las habilidades blandas han cobrado gran relevancia dados los sucesos que han marcado el inicio de esta segunda década del siglo XXI.

Recordemos que las habilidades blandas son aquellas destrezas sociales y emocionales que posee una persona y le son útiles para interactuar y relacionarse de manera efectiva con los demás a nivel personal y profesional. Si bien algunas personas nacen con ciertas capacidades, pueden desarrollarse tomando en consideración que son transversales a las habilidades duras.

Liderazgo, trabajo en equipo, comunicación, manejo de conflictos, resolución práctica de problemas, administración del tiempo, empatía, tolerancia, manejo del estrés, resiliencia, flexibilidad y adaptación al cambio son solo algunas de las destrezas que en la actualidad son muy apreciadas por las organizaciones, además de las capacidades técnicas.

Y es que las empresas reconocen desde hace algún tiempo que estas habilidades, además de facilitar la interacción con otras personas y generan un ambiente de trabajo más confortable, son esenciales para el entendimiento, la buena disposición, la proactividad y la cooperación. Como es de suponer todo ello contribuye a mejorar la efectividad como organización y la productividad.

La inteligencia artificial, la automatización y otros avances tecnológicos son vistos por muchas personas como una amenaza, pues consideran que en un futuro no muy lejano los desplazará de su trabajo. Esta consideración no es descabellada, pero tampoco absoluta. El componente humano seguirá siendo necesario, solo que tendrá que adecuarse a las necesidades que vaya requiriendo el mercado laboral.

Así es que sin duda alguna, uno de los retos que plantea este año que inicia (y seguramente los que vengan) es la necesidad de capacitación constante, la adquisición de nuevas capacidades.

Para las empresas implica el desarrollo de su talento y cuidar que no se amplíe la brecha de habilidades entre sus colaboradores de las diferentes generaciones que hoy integra; pero también implica el interés y compromiso de las personas por potenciar su crecimiento personal con formación continua, sea o no brindado por su empresa y en donde no deberán dejar fuera las habilidades blandas.