En términos generales al mexicano se le identifica como propicio a socializar, proclive a reunirse en grupo para realizar varias actividades y que establece con facilidad relaciones interpersonales. Asumimos, por tanto, que de manera natural esta facilidad gregaria implica su compromiso con la comunidad, pero no siempre es así.
Lo que se da con frecuencia es lealtad, pero a grupos en particular. En el ámbito laboral, por ejemplo, se observa que un número considerable de personas desarrollan un sentimiento de pertenencia al área de la que “forman parte”, establecen mayor compromiso con las personas con las que trabajan de manera directa o solo “ayudan” a quienes les caen bien.
Muchas veces estas relaciones se establecen por encima del vínculo y la lealtad que los colaboradores mantienen con la organización en su conjunto. Esto da origen a diversos problemas, desde desorganización y fallas de comunicación hasta la creación de cotos de poder o pugnas entre áreas que entorpecen los procesos y debilitan a las empresas.
Esta lealtad sectaria o selectiva marca una clara distinción entre “ellos” y “nosotros” que afecta en dos sentidos. Por un lado, las personas justifican conductas inapropiadas, cubren errores y solapan las faltas de quienes consideran “su equipo”. Y por contraparte, no sienten responsabilidad u obligación alguna con aquellos que identifica como “ajenos”.
No es extraño encontrar que esas rivalidades personales o entre áreas son promovidas desde la propia estructura interna de la empresa y, consciente o inconscientemente, forman parte de su cultura. Muchos jefes consideran que contrapuntear propicia la competencia y esperan con ello obtener un mejor desempeño de su equipo.
La competencia bien manejada motiva a las personas e impulsa a los equipos a alcanzar resultados. Sin embargo, cuando no se logra enfocar y canalizar de manera correcta genera divisiones entre quienes deberían ser unidad. Terminan por verse como enemigos, no se consideran dignos de confianza, están poco dispuestos a colaborar, pierden energía en vencer al compañero en lugar de a los de afuera y la lealtad a la organización es poca.
Así que aquellas empresas preocupadas en fortalecer la lealtad de sus colaboradores, deben ocuparse de alimentarla desde su propia cultura y a través de una estrategia de liderazgo que no promueva distinciones ni rivalidades.
Los líderes deben favorecer y privilegiar el trabajo en equipo, el estar dispuestos a colaborar con los compañeros en aras de un objetivo común, sin importar el área o puesto, pues al final todos conforman una sola organización, los resultados son de todos y un cliente contento es gracias a todos. La lealtad deberá ser de todos para todos.
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