Tenemos muy claro que la contingencia sanitaria modificó muchas de las conductas, hábitos y costumbres que teníamos en nuestra vida diaria; en algunos casos dio un verdadero vuelco y el mundo laboral no fue la excepción.
Las empresas de actividades no esenciales tuvieron que enviar a sus colaboradores a casa, como una de las principales medidas de prevención al contagio. De la noche a la mañana millones de personas comenzaron a hacer teletrabajo. Si bien la respuesta de las organizaciones fue inmediata, las dificultades de la mayoría fueron mayúsculas.
Después de varios meses de mantener ese esquema, ante la incertidumbre de cuándo podrían regresar a sus lugares de trabajo, las empresas fueron adaptándose, algunas con notable celeridad y otras con franca lentitud e incapacidad.
Sin embargo, podemos observar, después de un prolongado lapso de confinamiento, que el home office dejó de ser un experimento y hoy es una realidad. ¿Cuánto más durará? De entrada, hasta que no esté vacunada la gran mayoría de la población; pero cuando eso suceda, ¿qué va a pasar? ¿Es conveniente mantener el teletrabajo o no?
Esta es una duda que ronda en la cabeza de los líderes de las empresas, áreas de Recursos Humanos y colaboradores. En realidad, la respuesta la tendrá cada organización, con base en los resultados que haya registrado durante este tiempo, si la balanza ha sido más positiva que negativa, si la adaptación ha sido la adecuada y si no se ha afectado la producción, los procesos o la atención al cliente.
Para hacer esta evaluación muchas empresas se centrarán únicamente en medir el desempeño de los colaboradores o de las áreas, en determinar si incrementaron su rendimiento o por lo menos no disminuyó, y en conocer el costo que tendrá, tomando en cuenta que ya entró en vigor la reforma que regula el teletrabajo en México.
Sin embargo, esta valoración quedará incompleta o al menos no les permitirá tener un panorama amplio- si es que durante el confinamiento no realizaron las adecuaciones tecnológicas pertinentes, los cambios y ajustes a la cultura de la organización, así como el apuntalamiento del liderazgo y el debido acompañamiento de los colaboradores para calibrar sus emociones.
Si no ha sido así, difícilmente esas empresas presentarán resultados positivos o avances significativos. Esto las llevará no solo a tomar a la ligera la decisión de si mantienen o no el home office, sino que habrán perdido una oportunidad inigualable para redefinir sus esquemas laborales, lo cual es indispensable ante un entorno tan cambiante y competido como el que hoy se les presenta y se les seguirá presentando.
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