Ya hablamos en la primera parte de este artículo sobre la importancia que tienen la misión y visión para las empresas, así como la trascendencia que guarda el revisarlas en estos momentos marcados por los fuertes cambios tecnológicos, sociales y económicos que originó la crisis sanitaria.
Ambas son definiciones básicas, desde las cuales se articula el funcionamiento de las organizaciones. Además, traza el camino sobre el cual se establecen sus relaciones con clientes, proveedores, socios de negocio y, por supuesto, colaboradores, quienes gracias a ellas generaran sentido de pertenencia e identificación.
La misión es una descripción que se pone en papel (o en soporte digital) en la que se detalla la razón de ser de la empresa: lo que es, por qué lo es y cuál es su propósito primordial. En este sentido, propusimos siete preguntas básicas que se deberían hacer para revisarla y modificarla si es que se requiere.
Ahora bien, pasemos a la visión. Esta es el pronunciamiento de lo que la empresa pretende alcanzar en el futuro, lo que quiere ser, dónde quiere estar y lo que se propone lograr. No solo sirve para informar, sino también para dar dirección e inspirar a quienes forman parte de ella.
Debemos tener cuidado, porque a la visión se le puede llegar a confundir con los propósitos u objetivos. Al igual que la misión, debe ser breve, clara y concisa para todos quienes la lean; debe servir de guía a la hora de tomar decisiones y ayudar a definir sus acciones.
Si bien es necesario diseñar estrategias en las que estén involucrados los diferentes niveles de la organización, es el equipo directivo de la empresa el que se debe encargar de definir la visión a partir de los retos y oportunidades que presenta el entorno. Y si este cambia de forma drástica, como sucedió con la pandemia, es importante que la revisen y la mejoren. Hacerse estas preguntas puede servir:
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